sábado, 14 de noviembre de 2009

Correspondencia


Todo permanece cerrado y custodiado en las cajas de archivo que luchan por no caer de los estantes cuando uno abre sus compuertas.

De pronto acude la curiosidad en un viernes lluvioso a la tarde, con el cielo inmensamente gris y a punto de estallar todavía más.

En el silencioso devenir hay tiempo para hojear antiguas correspondencias que permanecerán vigentes para siempre.

Hay muchos sobres de color blanco - incluso otros de color marrón -. Cada uno de ellos contiene en su interior algunas hojas. La tinta que predomina tiene el color negro. Abundan en su contenido las comillas y los signos de admiración. También los puntos suspensivos y alguna que otra pregunta que el tiempo quizás se encargue de responder a su momento.

Ella hablaba de su felicidad al lado de él. Contaba, también, que no lograba salir de su asombro por lo maravilloso de la vida. El mensaje tenía la impronta de quien se siente en la obligación genuina de difundir y compartir que es posible hallar grandes caminos.

Por la ventana me quedo mirando, pensativo, como si tuviera la certeza de que esa carta me estuviera interpelando. Sin lugar a dudas, no eran letras; eran voces. Voces que me invitan a seguir viviendo.