sábado, 19 de abril de 2008

Un abrazo sin distancia

Las siguientes líneas fueron enviadas por Ceci, hermana de María, en nombre de ella y de su mamá - quienes están viviendo en Punta Arenas, Chile -, para que sean leídas en el recital que hoy se realiza en Bahía Blanca.


Queridos AMIGOS:

Una vez más les escribo y esta vez quiero resumirles una parte de la vida de mi hermana que tal vez desconozcan o bien la hayan escuchado de sus labios, pero yo se las cuento desde mi punto de vista.

Ella nació un domingo a las 8:45 horas, nos hizo levantar temprano a todos, interrumpió la misa de primera comunión de mi prima Marcia, pero ella ya venía al mundo y no le interesaba entorpecer los planes de nadie.

Era la más chiquitita de los hermanos, 12 años menos que yo y 7 menos que mi hermano. De los primos también, la más chiquitita, el conchito de la familia. Era la regalona de todos y supo ganarse a todo el mundo con su inocencia y dulzura.

Siempre le gustó disfrazarse, se ponía mi ropa justo cuando yo la necesitaba, no se la podía sacar, mi papá decía “dejala es chiquitita”. Y ella hacía lo que quería con todos nosotros, no le costaba nada comprarnos con una sonrisa y hacernos ceder a sus peticiones. Le gustaba pintar y que todos estuviéramos pendientes de sus obras de arte.

Comer papas fritas con coca cola era lo máximo para ella y no faltaba quien le hacía el gusto, ella lo agradecía con mucha humildad.

Cuando nacieron sus sobrinos ella fue la tía consentidora, la que les hizo los gustos que pudo, la que los besuqueaba así como lo hacíamos con ella. Los disfrutó a todos, a los cuatro. Los amó con la ternura que siempre la caracterizó y logró que ellos la quieran a su lado todo el tiempo, tratando de impedir a toda costa las despedidas prolongadas.

Los “hasta pronto” siempre fueron caóticos, despedirse era un calvario. Aunque sabíamos que en cualquier momento nos volveríamos a ver, eran inevitables los lagrimones y esas caras largas, pero bien largas.

Siempre fue muy especial y supo imponer sus ideas y vivir la vida como ella lo estimaba conveniente. Yo me creía un poco su mamá y trataba de darle consejos siempre con la intención de que sea feliz, que logre sus metas y que luche por un futuro que llene sus expectativas.

Sus correos y llamadas telefónicas vulneraban las distancias que nos separaban porque de por medio siempre hubo amor y complicidad, ese cariño profundo e inagotable.

Un día domingo de marzo interrumpió nuevamente mis planes y me despertó para decirme adiós en forma urgente y terrible. Yo pretendía seguir siendo feliz ese día domingo, sabiendo que tenía como pilar una familia maravillosa a la cual amaba. Pero igual que el domingo que nació, no le importó los planes que yo tenía y se fue silenciosamente e hizo una vez más lo que creyó conveniente.

Quiso inmortalizarse en el recuerdo que tengo de tantos momentos compartidos, de risas, penas, distancias cercanas, abrazos cibernéticos, llantos de despedida, miles de emociones difíciles de plasmar en un papel, pero que hoy recobran vida a cada instante.

La nueva cotidianeidad me induce a pensar en otras cosas, la vida continúa, pero aún así su imagen es capaz de introducirse por los lugares más recónditos, e instalarse en mi pensamiento y quedarse allí, como acurrucando mi angustia.

Y aunque nada tenía, nos dejó una herencia que alcanzó para todos los que la amamos, para todos los que están aquí y los que no pudimos estar. Nos dejó la alegría de su recuerdo y nos amontonó a todos como si fuéramos un cerro de amigos que se unen para recordarla, para desearle que siga siendo feliz colgada de una estrella o abrazada de un angelito, tal vez su angelito Lucas al quien amó profundamente y con quien fue feliz hasta el último suspiro.

Querida Maruquita, mi reina querida:

Se que estás aquí compartiendo una mesa un vaso y tu alegría con tus amigos. Se que estás, confundida con las risas, con los chistes y con tu mano enredada en los dedos de Lucas.

Yo también quiero acompañarlos ahora, desde la distancia cercana y abrazarlos a todos haciendo un círculo como si estuviéramos a punto de salir a jugar un partido de futbol.

Escucho la música de una banda con un bajo que extraña a su dueño, con unos músicos que cantan con alegría triste.

Quiero usufructuar de la propiedad de Marita e inmiscuirme en ese círculo de amigos que la amaron. Quiero compartir esta noche con ustedes este momento y aunque no esté diciendo nada nuevo, estamos juntos en esto, aprendiendo a vivir una nueva vida de ausencias.

Sepan que desde la distancia los siento cerca y me he aprovechado de su cariño para sentirme acompañada, porque se que no soy la única que no deja de pensar en lo que hubiera sido si…

Como ya no confío en los “hasta pronto” y además detesto las despedidas, no voy a decir nada más que gracias por estar aquí.

Con el inmenso cariño que mi hermana me dejó de herencia, les envío “un abrazo sin distancia”.

Ceci