El otro día una amiga nuestra mandó un mensaje. Me contaba que había pasado por aquella calle donde años atrás, en plena medianoche, nos habíamos detenido junto a María para mirarnos en un espejo cóncavo que colgaba de una pared de alguna casa antigua o garage abandonado. Éramos nosotros tres, contemplándonos delante del cristal que tergiversaba nuestra imagen al punto de convertirnos en lejanos y chiquitos. Así estábamos: riendo, sorprendiéndonos, exteriorizando una sorpresa que no era tan obvia; porque a veces pasa que uno calla situaciones por creer que de tan cotidianas no ameritan referencia alguna, pero cuando se las expresa, puede que se descubra algo lindo, y que lo que a uno le pasaba, también le sucedía al otro. De manera que poder encontrar semejanzas con gente a quien uno valora y quiere mucho es tender puentes hacia una comunicación que no admitirá fronteras.
Tras mirarnos considerablemente en ese espejo, seguimos rumbo, sin saber que desde aquel preciso instante nunca más íbamos a olvidarnos de aquella anécdota que ocurrió de manera tan fugaz como espontánea.
Nuestra historia cuenta que soplababa la brisa de diciembre. Era de noche y María llegaba de su casa, con muchas ganas de hablar y compartir. Al cabo, aquella vez sería un momento bisagra en la relación de nosotros tres como amigos que se confesaban sus dudas, temores y motivaciones. Fue como sellar un pacto eterno de amistad, con la convencida ingenuidad que a veces pareciera involucrar a este tipo de afirmaciones que postulan los "de una vez y para siempre".
Llegó un momento en que de tanto hablar sentimos mucha sed; y fue entonces que partimos en busca de algo para tomar. Recorrimos muchas calles y nos detuvimos especialmente en una, en la del mencionado espejo. Después volvimos, pero lo más importante ya había sucedido.
Con el correr de los años nunca hemos omitido referencia a aquel hecho curioso. Y es probable que el espejo mismo, puesto como objeto delante de nosotros, haya tenido la misión de darle autenticidad a un particular momento. Aquella noche fue "la del espejo"; es decir, la del momento que marcó un antes y un después, la que abrió las puertas a una amistad eterna. Ese instante tiene nombre, tiene una referencia ineludible, tiene todo para que nunca se lo olvide y para que enseñe a los escépticos que tal hecho ocurrió y que no formó parte de ningún tipo de imaginación.
Confieso que a veces sueño con volver a aquel lugar, también de noche...Volver con la otra amiga que también estaba junto a nosotros. Todo para contemplar, una vez más, el reflejo de nuestra querida compañía.
Tras mirarnos considerablemente en ese espejo, seguimos rumbo, sin saber que desde aquel preciso instante nunca más íbamos a olvidarnos de aquella anécdota que ocurrió de manera tan fugaz como espontánea.
Nuestra historia cuenta que soplababa la brisa de diciembre. Era de noche y María llegaba de su casa, con muchas ganas de hablar y compartir. Al cabo, aquella vez sería un momento bisagra en la relación de nosotros tres como amigos que se confesaban sus dudas, temores y motivaciones. Fue como sellar un pacto eterno de amistad, con la convencida ingenuidad que a veces pareciera involucrar a este tipo de afirmaciones que postulan los "de una vez y para siempre".
Llegó un momento en que de tanto hablar sentimos mucha sed; y fue entonces que partimos en busca de algo para tomar. Recorrimos muchas calles y nos detuvimos especialmente en una, en la del mencionado espejo. Después volvimos, pero lo más importante ya había sucedido.
Con el correr de los años nunca hemos omitido referencia a aquel hecho curioso. Y es probable que el espejo mismo, puesto como objeto delante de nosotros, haya tenido la misión de darle autenticidad a un particular momento. Aquella noche fue "la del espejo"; es decir, la del momento que marcó un antes y un después, la que abrió las puertas a una amistad eterna. Ese instante tiene nombre, tiene una referencia ineludible, tiene todo para que nunca se lo olvide y para que enseñe a los escépticos que tal hecho ocurrió y que no formó parte de ningún tipo de imaginación.
Confieso que a veces sueño con volver a aquel lugar, también de noche...Volver con la otra amiga que también estaba junto a nosotros. Todo para contemplar, una vez más, el reflejo de nuestra querida compañía.