martes, 29 de julio de 2008

Porque algo siempre quedará


Quedan los muestras de agradecimiento, las visitas y también el umbral de lo que pudo seguir siendo. Quedan los abrazos de recibimiento, los rostros de las despedidas y los momentos que la vida nos regala; aunque también se sabe que nos ha quitado, y mucho...

Quedan las voces del silencio, los suspiros, las miradas. Quedan las empanadas de aquella hermosa tarde en Regina, la visita al río y los intentos de arrojar pequeñas piedras para que se fundieran en la corriente que nunca cesará su rumbo.

Quedan las connotaciones de encontrarse juntos en el mirador, con una vista panorámica desde donde es posible sentirse más cerca del cielo.

Quedan los amaneceres que serán tardes y las tardes que darán lugar a las noches con estrellas. Así hasta volver a saludar al fulgor de las mañanas.

Quedan las imágenes de otras tantos momentos en cualquier lugar: en el parque, en algún patio, o tan sólo en el mundo mismo hecho señal.

Quedan los mensajes, las llamadas, las promesas de reencuentro y las posibilidades de regreso. Queda el latir de la palabra, el fluir de cada gesto y el poder que da esta vida.

Quedan las distancias reducidas. Ningún lugar es lejos, sobre todo cuando es posible abrazar la inmensidad del universo.

Queda algo. No lo más importante, lo que a cada instante nos congrega sin poder recuperarlo como antes. Pero, a pesar de ello, queda algo...Algo que jamás será un detalle.