martes, 17 de marzo de 2009

Vivir en los otros

El tiempo es una rueda mágica. Gira el mundo alrededor del sol y no para de girar. Será así hasta el final de los días, cuando ya no quede nada, y entonces llegue el momento - si es que ocurre alguna vez - de que podamos comprender todo ese intrigante misterio que rodea a la existencia.

Desde aquel fatídico 16 de marzo, fecha grabada a fuego en cada uno de nosotros, no hubo un solo día en que no me preguntara sobre esas ausencias que ya no pueden despertar a la presencia como así lo hacían antes, cuando dibujaban la vida de las personas que a su lado transitaban esos caminos que de ninguna manera eran vacíos.

Se sabe que, para muchos, hay otros tipos de ser y estar; un desglose en dos mundos que nos hace creer en la posibilidad de una trascendencia que no podemos comprobar fehacientemente - al fin y al cabo, se celebra que la ciencia no corra para este tipo de argumentos - sino percibir o sentir de algún modo.

Ahora bien, a veces suelo preguntarme si estar vivo es otra cosa como, por ejemplo, participar de la memoria de otra persona. Cuando uno piensa en alguien quizás lo haga porque ese alguien está también pensando en uno. Y vivir en el pensamiento y la emoción del otro es, acaso, la mejor manera de dignificar a la existencia.

Porque viven en nosotros y nosotros vivimos en ellos, María y Lucas serán siempre parte de nuestro presente.