viernes, 30 de mayo de 2008

Juntos en la misma mesa

Íbamos juntos, caminando como siempre; a veces a partir de pasos propiamente dados, a veces a partir de la palabra en la multiplicidad de sus manifestaciones. Esa vez fue por calle 7 casi llegando a 56, cuando estuviste por estos lados, en marzo del año pasado. De pronto, me volvías a recordar algo que me habías comentado tiempo atrás, en ese verano que nos encontró para anoticiarnos sobre nuestras propias circunstancias.

María: - Porque la vida tiene que ser como una gran mesa sostenida por más de una pata. Una pata es la familia, otra el amor, otra la universidad, otra los amigos y demás afectos...Ahora, si una sola pata sostiene tu existencia, se corre el riesgo de que cuando esa pata se caiga...
Adrianófanes: -...todo se derrumbe.

Desde entonces, me acompaña aquella idea; caballito de batalla para compartir con demás gente querida, sobre todo cuando se está al borde del insoportable abismo.

Al principio, en los límites de la resignación, pensaba que nuestra vida, la de todos quienes te queremos, bien podría ser una mesa a la que le faltaba la pata de tu cálida presencia; pero de a poco voy dándole lugar a otra concepción más optimista: hay evidencias capaces de confirmarme que a toda nuestra mesa vos la sostenés desde algún lado.