viernes, 21 de noviembre de 2008

Aquel espejo

El otro día una amiga nuestra mandó un mensaje. Me contaba que había pasado por aquella calle donde años atrás, en plena medianoche, nos habíamos detenido junto a María para mirarnos en un espejo cóncavo que colgaba de una pared de alguna casa antigua o garage abandonado. Éramos nosotros tres, contemplándonos delante del cristal que tergiversaba nuestra imagen al punto de convertirnos en lejanos y chiquitos. Así estábamos: riendo, sorprendiéndonos, exteriorizando una sorpresa que no era tan obvia; porque a veces pasa que uno calla situaciones por creer que de tan cotidianas no ameritan referencia alguna, pero cuando se las expresa, puede que se descubra algo lindo, y que lo que a uno le pasaba, también le sucedía al otro. De manera que poder encontrar semejanzas con gente a quien uno valora y quiere mucho es tender puentes hacia una comunicación que no admitirá fronteras.

Tras mirarnos considerablemente en ese espejo, seguimos rumbo, sin saber que desde aquel preciso instante nunca más íbamos a olvidarnos de aquella anécdota que ocurrió de manera tan fugaz como espontánea.

Nuestra historia cuenta que soplababa la brisa de diciembre. Era de noche y María llegaba de su casa, con muchas ganas de hablar y compartir. Al cabo, aquella vez sería un momento bisagra en la relación de nosotros tres como amigos que se confesaban sus dudas, temores y motivaciones. Fue como sellar un pacto eterno de amistad, con la convencida ingenuidad que a veces pareciera involucrar a este tipo de afirmaciones que postulan los "de una vez y para siempre".

Llegó un momento en que de tanto hablar sentimos mucha sed; y fue entonces que partimos en busca de algo para tomar. Recorrimos muchas calles y nos detuvimos especialmente en una, en la del mencionado espejo. Después volvimos, pero lo más importante ya había sucedido.

Con el correr de los años nunca hemos omitido referencia a aquel hecho curioso. Y es probable que el espejo mismo, puesto como objeto delante de nosotros, haya tenido la misión de darle autenticidad a un particular momento. Aquella noche fue "la del espejo"; es decir, la del momento que marcó un antes y un después, la que abrió las puertas a una amistad eterna. Ese instante tiene nombre, tiene una referencia ineludible, tiene todo para que nunca se lo olvide y para que enseñe a los escépticos que tal hecho ocurrió y que no formó parte de ningún tipo de imaginación.

Confieso que a veces sueño con volver a aquel lugar, también de noche...Volver con la otra amiga que también estaba junto a nosotros. Todo para contemplar, una vez más, el reflejo de nuestra querida compañía.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Lindos recuerdos tuyos y de tu amiga que se suman a los tantos que cada uno tenemos y nos acarician como dando un consuelo, nos hacer enajenarnos por un momento y transportarnos a un momento feliz.
Es la magia de la imaginación...
Es duro volver a la realidad y llegar a la conclusión que ya nada será igual y que seguramente ese espejo sólo sea un vidrio concavo con la imagen solitaria de quien lo enfrenta.
Me asusta lo que viene, me asusta no ser capaz de sostenerme de los lindos recuerdos para no sufrir por la ausencia de mi hermana, viene su cumpleaños, viene navidad...
Gracias amigo por compartir tu espejo con nosotros, lo sumaré a los recuerdos que me han ido contando cada uno de ustedes.
Ceci

Adriano dijo...

Es difícil todo...Entiendo tus palabras, las comparto...Creo que más allá de todo, algo queda...Y ese algo nos mantiene unidos. Un abrazo grande. Estoy para lo que necesiten.