Mandé un mensaje atravesando las distancias más lejanas. Conté acerca de una buena nueva que estaba viviendo. Recibí respuesta y, de paso, una yapa: la reflexión de que seguramente María y Lucas estarían contentos, donde quieran que estuvieran, acerca de nuestros propios sucesos.
Asentí en el bar, ya aconteciendo las primeras luces de la noche; creyendo, una vez más, que es imposible explicar la convicción de un sentimiento genuino y sincero, sobre todo cuando hay ciertas ideas que conducen a otras de índole metafísica.
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